Prisioneros y castigos🗡⛓
Las condiciones de vida de los prisioneros medievales no son demasiado bien conocidas. Todos conocemos la historia del prisionero medieval más famoso, Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra. Pero él no ejemplifica demasiado bien la vida de un prisionero medieval, común y corriente ya que al ser rey, el trato que recibió era mucho mejor
Los prisioneros de guerra, es decir, los soldados que caían en manos del enemigo, no tenían la misma consideración que hoy en día. De hecho, este concepto de prisionero de guerra es un invento de no hace más de 200 años.
A los prisioneros de guerra en la Edad Media, los encarcelaban para que no pudieran seguir combatiendo, ya que ellos mismos se rendían ante su enemigo en los encuentros en los que estos demostraban su superioridad, por miedo o impotencia hacia este, pero a cambio eran encarcelados.
Si eras prisionero de el enemigo, podrían pedir un rescate por ti o te intercambiaban por otros prisioneros de guerra. Si eras un Rey o un noble el trato recibido era totalmente diferente a como te trataban si eras de la nobleza baja o de un campesino.
Si eras un rey, el adversario que te apresaba te trataba como un invitado y pedía un rescate por ti. Pero si eras un caballero o un campesino sin muchos recursos solían meterte en una mazmorra hasta que un acuerdo de paz decidiera tu destino.
Los prisioneros por delitos comunes y delitos de herejía, es decir, contra las enseñanzas de la iglesia , recibían castigos mucho más brutales que los que aparecen en mi serie favorita, de Juego de Tronos.
Algunas de las condenas por delitos graves eran: ser quemado vivo en la hoguera o ser desollado (quitarte la piel). A los nobles normalmente se les decapitaba, ya que se consideraba el castigo más indoloro. La justicia no era igual para todos.
Si morías la hoguera, te ataban a una columna con un montón de ramas secas a sus pies, y le prendían fuego con el prisionero en el centro, si tenias dinero y conseguías sobornar al verdugo que hacia arder las ramas, con suerte te mataba cuando el humo te ocultaba de los que presenciaban la ejecución antes de que empezaras a quemarte vivo.
No hay que olvidar que las ejecuciones eran públicas, para que todos vieran lo que sucedía con lo que no obedecían la Ley, al Rey o a la Iglesia.
Pero antes de condenar al acusado había que averiguar si realmente había cometido el delito del que se le acusaba, para que dijese la verdad se le sometía a torturas de los más imaginativas y muy dolorosas, de manera que a veces inocentes acabaron por reconocer delitos no cometidos para que los dejaran morir de una vez.
Algunos ejemplos de estas son:
El flagelo, que es muy conocido por la gente, ya que sale en muchas películas, trata de que el verdugo la daba golpes seco, desgarrando al prisionero, estos golpes por si no eran suficientemente dolorosos, en los extremos de el flagelo llevaban unas pequeñas bolas de plomo que hacían que la piel se desgarrara
El tormento de la rata, es uno de los que más asquete da, ya que consistía nada más y nada menos en que los tumbaban en una mesa con una rata en la barriga, y tapada con un cubo, da casa eh, pues por si fuera poco le ponían calor al cubo, y la rata empezaba a comerles todo el estomago hasta que salia por la espalda.
El potro era uno que también se utilizaba mucho, a la victima la ataban a los extremos de una tabla formada por tres partes, después con unas cuerdas que habían atadas a esos extremos, esta mesa empezaba a desplegarse, con los brazos de la victima atados, y claro no somos de plastilina ni goma, por tanto se empezaban a romper huesos.
Y por último pero no menos desagradable:
La pera, el castigo más creativo del mundo, simplemente era un artefacto de metal con forma de pera, que se metía por cualquier orificio corporal y una vez dentro se abría causando mucho dolor.
Esperamos que toda esta información no os ocasione pesadilllas, je,je,je...