Guerreros iberos
Los guerreros íberos eran reconocidos por su fiereza en la lucha porque aun cuando sabían que estaban perdidos seguían luchando hasta la muerte. Su sistema de pelea estaba basado en la emboscada, como si fueran bandoleros, armados con jabalinas, hondas y espadas.
Los guerreros eran un grupo numeroso entre los íberos, porque cualquier habitante del poblado independientemente de su profesión, podía actuar como guerrero en caso de necesidad.
Las luchas con los pueblos vecinos eran bastante frecuentes, de este modo, asaltaban de modo imprevisto el pueblo o aldea elegida como víctima. Una noche bastaba para llevarse sus cosechas, mujeres y ganados. Y todo esto se debía a una demanda de riquezas y, sobre todo, de tierras y ganados por parte de la clase aristocrática, es decir, los que mandaban. Esto hacía que fueran más fuertes, ricos. y tuvieran más tierras. Cuando la guerra terminaba todos los muertos eran enterrados en la “necrópolis” (cementerio en aquella época).
Las armas íberas
Las armas se forjaban por los herreros con el hierro que se extraía de las minas y se dividen en dos partes, las armas de lucha cuerpo a cuerpo y armas arrojadizas. Una de las más destacables de cuerpo a cuerpo es la falcata, era la más conocida y la más temida de la panoplia ibérica; era una espada de hierro de la cual se conservan muchos ejemplares como ajuar de las tumbas de los guerreros a los que acompañaban en su “otra vida”. Además de este arma se conservaban puñales, cuchillos afalcatados y espadas cortas como las españolas (gladium hispanicum).
Las armas arrojadizas que destacan son: el soliferrum, arma de gran peso y hecha completamente de hierro. No se conservan arcos, pero debieron de existir, porque se han encontrado muchas puntas de flecha. Se usaban aparte de la guerra para cazar.
Existían faláricas, armas arrojadizas en hierro, a las que le prendían fuego en la punta y podía atravesar la armadura de los enemigos y provocaban el pánico por el fuego. También existían glandes de plomo que eran balas de onda.